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OBESIDAD: MÁS QUE UNA CUESTIÓN DE PESO

Esta patología se ha posicionado tristemente como endémica. Conocer más sobre la misma siempre será el mejor recurso para prevenirla.

La Obesidad no es una enfermedad nutricional. Es una patología crónica caracterizada por conductas adictivas. Es un trastorno del comportamiento alimentario, el más frecuente en la población y socialmente más visible.

Las causas se deben buscar y tratar en la esfera psí­quica.

Pretender que la resolveremos con una simple dieta u orientación nutricional, es como pretender curar una infección urinaria con antifebriles, sólo tratando la fiebre o el sí­ntoma y no el germen que la provoca.

Como todo trastorno del comportamiento con conductas adictivas, su abordaje necesita indefectiblemente ser tratado de manera interdisciplinaria, psicólogo o psiquiatra, nutricionista y clí­nico.

La herramienta que ofrece la orientación alimentaria con el objetivo de re-educar hábitos sólo servirá por corto plazo si no va acompañada del soporte psí­quico-clÃínico y por largo tiempo por su condición de cronicidad.

Esta patologí­a con sus mecanismos compensatorios no se instalaron en el período inmediato anterior del paciente, sino en su más tierna infancia cuando empezó a formarse su aparato psíquico.

La naturaleza es sabia, y la fisiología de la relación «hambre-saciedad» es completamente normal cuando nacemos.

El bebé depende de un adulto para sobrevivir. Una incorrecta traducción de ese mecanismo alterará indudablemente su comportamiento en momentos en que se está conformando su psiquismo. Esto hará que vaya definiendo sus futuras conductas para sobrevivir y para aliviar los temores lógicos  que son parte de su desarrollo.

El temor al abandono es el que más angustia provoca en un pequeñoo. Si este se alivia «complaciendo a mamá» ya se está instalando un mecanismo compensatorio de la angustia por sobre el propio cuerpo y sus sensaciones de hambre-saciedad, es decir, se va dejando de escuchar a ese cuerpo que no está siendo respetado en sus verdaderas necesidades, para poder calmar la angustia.

Las mujeres son «mamí­feras», y la mejor herramienta que la naturaleza nos dio para calmar el hambre y la angustia de un bebé es sin dudas la lactancia materna. Un lactante sabe instintivamente prenderse a la teta para alimentarse y soltarla cuando se ha saciado.

La incorrecta traducción que haga una madre del llanto de su hijo será el gran pilar donde se asienten sus futuras conductas. El llanto no es siempre sinónimo de hambre. El bebé no tiene otro modo de comunicarse y lo hará por muchas posibles razones: porque algo le molesta, porque le pica, le duele, tiene frí­o o calor, porque quiere sentir a su mamá, se siente mojado, o necesita caricias, o por ruidos, luces, roces que lo incomodan, etc etc., pero si a cada llanto el adulto lo calma tapando su boca con alimento, es difí­cil no instalar en su aparato psíquico esta respuesta obtenida que quedará grabada para toda su vida.

Tratar la Obesidad con dietas o con todo el bagaje de propuestas que ofrece la «industria del adelgazamiento», es no solo una quimera sino una falta de respeto a la enfermedad y a quienes la padecen.

EL PACIENTE OBESO:

Todos sabemos las implicancias para la salud que tiene la Obesidad, no solo en sí­ misma sino como detonante de otras patologí­as y de condicionamientos sociales y emocionales. El paciente también lo sabe y lo padece.

Conocer las caracterí­sticas psicológicas frecuentes en la mayorí­a de los obesos es fundamental para desentrañar y desarticular los mecanismos que le generan esa condición.

Éste es un proceso profundo, lento, y debe estar en manos de especialistas.

El paciente ha logrado por décadas sostener cierto equilibrio psí­quico con su medio ambiente y con su medio interno aferrado a esos mecanismos. Estos le han dado satisfacción en lo inmediato, alivian su angustia, le han dado identidad, peso, presencia en relación al volumen que ocupa en los espacios, percibiendo a la enfermedad como protección y definición.

Están dadas todas las condiciones para que viva un tratamiento como una «amenaza» a ese equilibrio que ha forjado durante años.El boicot entonces estará siempre asechando.

El fuerte debate interno entre retomar ese equilibrio que le da cierta seguridad (aunque dañino le es conocido), y el adoptar una estructura nueva que lo conduzca a una manera diferente de pensarse, sentirse, verse, relacionarse consigo mismo y con los demás, etc., es intenso y doloroso.

Los altibajos en el tratamiento son esperables.

Los números en una balanza son apenas la punta del iceberg del problema.

Todas las terapias conductuales que se requieren en el abordaje apuntan justamente a todo lo que teme el paciente obeso.

Temor a la insatisfacción: traducido confusamente como «hambre». La insatisfacción es caracterí­stica de la Obesidad, y en el acto de alimentarse también busca su expresión. La idea de volúmenes, porciones, vacíos, está siempre teñida por el temor a la insatisfacción. Pedirle a un obeso que reduzca porciones, volúmenes, y que re-interprete sus vacíos, es enfrentarlo inconscientemente a ese temor.

Temor a perder: traducido confusamente como «abandono, angustia, frustración, rechazo». La palabra «pérdida» adquiere connotaciones muy profundas en el obeso. Ha desarrollado a edad muy temprana mecanismos para «complacer» comiendo aún sin hambre a fin de evitar el abandono, el rechazo, la frustración, y obtener la aceptación, cuidados y simpatías de ese primer ví­nculo, los padres.

Insistirle a un obeso con el término «perder» es ponerlo en contacto con sus más profundos temores. Es más que perder peso, es perder volumen, espacio, identidad, pertenencia. Es arriesgar a que se desconozca.

El esfuerzo que suelen hacer muchos pacientes obesos para evitar sentirse rechazados o ignorados es a costa de exagerar simpatías, complacencias, auto-exigencias, en desmedro de reconocer y manifestar con libertad sus más auténticas emociones.

Ésto no puede más que ahondar sus sentimientos de inadecuación o inferioridad pues su gran dependencia de la atención externa deja desatendida y debilitada su interioridad, su autoestima.

La Obesidad es mucho más que una cuestión de peso y quienes más precisan saberlo no solo son los profesionales que la tratan, sino fundamentalmente los pacientes que la padecen.

No es de extrañar que el obeso en la búsqueda de tratamientos «rápidos, mágicos, excéntricos, agresivos o glamorosos», se pasee reiteradamente por distintos consultorios alimentando la fantasí­a de que la propia frustración disminuye si se enfrenta a nuevos gurúes, ingenuos o especuladores, que el mercado siempre ofrece sabiendo que son seguros consumidores.

Fisiológicamente el aumento del tejido adiposo es producto de comer más de lo que el organismo necesita, tan simple como eso.

El «porqué» lo hace y el «significado» que le da a ese tejido adiposo requiere de una profunda revisión personal y de un gran compromiso con su salud física y emocional.

El conocimiento de la patología, la re-educación alimentaria para instalar nuevos hábitos, y el abandono de una vida sedentaria, son nada más que herramientas de ayuda. Se requiere mucho más para afrontar esta enfermedad y toda su complejidad. Las respuestas que pretende dar la nueva era de cirugías y drogas más específicas y sofisticadas, no parecen contemplar todaví­a esa complejidad. Seguirá siendo la prevención amplia y constante el recurso menos cruento y más seguro.

 

Elba Marina Mazzieri

Nutricionista. M.P 0010

Miembro de Asociación de Nutricionistas del Chubut

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